miércoles, 20 de octubre de 2010

CON LAS MANOS EN LA MASA

NO ES TAN DESCABELLADO DECIR, COMO LA FRASE, QUE EN COLOMBIA EL PAN SE QUEMA EN LA PUERTA DEL HORNO. LA JOVEN INDUSTRIA AÚN NO ALCANZA UN ÓPTIMO NIVEL DE PROFESIONALIZACIÓN Y QUEDA MUCHO CAMINO POR RECORRER.





La panadería es un arte de lejanos orígenes que, en términos generales, no hace mucho se instaló en nuestra cultura. Fue durante la conquista española que conocimos las propiedades del trigo, un maravilloso grano conocido como el oro de los cereales, y lo dejamos prosperar en las fértiles tierras de Boyacá y Cundinamarca. Desde entonces, el pan se ha convertido en símbolo inseparable de la dieta santafereña y tolimense.

La producción de pan en los primeros años fue esencialmente artesanal. El oficio lo aprendimos de europeos y empresarios que importaron este saber al regresar de sus viajes. Con el paso del tiempo, la experiencia empezó a transmitirse generacionalmente y a extenderse a otros sectores. Nacieron las panaderías de esquina engalanadas con las famosas sillas plásticas rojas, vitrinas que exhibían el pan aliñado, chicharrones, pan de queso o pan de yuca, y toda una gama de productos típicos que ya hacen parte de una cultura gastronómica criolla.

Este desarrollo fue posible por la tecnificación del oficio, y he aquí el punto de quiebre para determinar por qué no evolucionó en Colombia una panadería profesional, aun contando con los aportes europeos y con todo el potencial de la propia experiencia: el afán de un periodo de industrialización, de la producción en serie, terminó superando la necesidad de formar. No se vio en aquel momen to una oportunidad de negocio en ello y aún hoy son pocas las apuestas.

Hace once años llegó Phillipe Zerbib, un colombiano de ascendencia francesa, a instalar una panadería de alta categoría en la capital. En ese entonces no estaba arraigada en el país la costumbre de frecuentar una panadería como plan social, y el panorama gastronómico de la época, aunque prometía, era muy reducido.

Por eso pegó Bagatelle: boulangerie, pâtisserie et traiteur (panadería, pastelería y casa de comidas por encargo). Sin embargo, con el boom gastronómico que se vino en los años posteriores fue necesario incluir desayunos gourmet y almuerzos en el menú de Bagatelle, tal como hizo en su momento Myriam Camhi, para sostener el negocio. Y es que como dice Phillipe, “en Colombia difícilmente puede sobrevivir un lugar de sólo pan, contrario a lo que ocurre como en Francia donde la panadería es todo un arte”.

Phillipe es uno de los que defiende la idea de enseñar panadería a la francesa, tal como él mismo aprendió el oficio e igual que como los primeros panaderos y pasteleros del mundo: con las manos en la masa. El franco colombiano que estuvo diez años trabajando en igual número de panaderías y pastelerías de Francia, se dedicó exclusivamente a lavar y organizar la cocina durante el primer año, luego ascendió a pesaje, y sólo dos años después le permitieron aprender los asuntos básicos. Y aunque el mundo de la panadería es complicado, por fortuna hoy se cuenta con instituciones como el Sena y escuelas privadas que la enseñan, aunque figura como una materia complementaria y aunque, a su parecer, sigue siendo fundamental la experiencia directa.

Las comparaciones suelen ser odiosas, pero es de rescatar que en Francia exista desde 1974 una institución, creada por la Confederación Nacional de la panadería Francesa, que se dedica exclusivamente a la formación de panaderos y pasteleros, y como si fuera poco, que difunde las ofertas de empleo e implemen ta actividades como Du grain au pain (del grano al pan) para promover la cultura y el consumo de pan desde las escuelas.

En Colombia en cambio, tuvieron que pasar décadas para que se pensara en la formación de panadería, en gran medida porque la tecnificación del pan hizo rentable la producción masiva. La industria se preocupó más por le volumen que por la forma. Algunas panaderías crecieron gracias a que se apropiaron de enormes distribuciones, se tomaron el mercado, abrieron sucursales y le prepararon el terreno a las pequeñas cafetieres de estilo europeo similares a Bagatelle o Mila de Cartagena, la mayoría de las cuales educan a su propio equipo.

Las panaderías actuales del tipo Santa Clara S.A. por ejemplo, requieren personal con una formación mínima, pues únicamente se dedican a reproducir una receta y a evaluar los procesos de calidad. El resto de operarios se encargan de los empaques y la recolección, actividades que tampoco exigen profesionalización. Este sector de explotación lo tiene todo resuelto, mientras que aquellos que se dedican a la panadería artesanal demandan un equipo casa vez más preparado.

Y es que la panadería de ninguna manera admite la improvisación: si es cierto que debe aprenderse en caliente, lo es aun más que se precisa de una fundamentación previa, del apoyo de un sector mucho más comprometido con suplir el vacío en la formación y de no relegar la tarea solamente a las academias gastronómicas. El Instituto Colombiano de Panadería y Pastelería, por ejemplo, brinda entrenamiento técnico apropiado para el desarrollo de habilidades y destrezas necesarias en este arte, incluyendo buenas prácticas de manufactura, administración general, manejo del área productiva y normalizaciones básicas. Todo está dado para continuar donde nos quedamos, toda una cultura que en el pasado se desaprovechó y hoy puede retomarse. Basta con que se desee darle el último empujón.

Pasos para montar una panadería


Este es uno de los negocios que más a menudo se encuentra en los barrios de cualquier ciudad de Colombia.

Personas que ya tienen este tipo de establecimiento le cuentan cómo lo hicieron, si usted está pensando en seguir su ejemplo.

Gerentes cuyos negocios tienen entre siete y dos años de permanencia, coinciden en afirmar que se necesitan desde 25 a 300 millones de pesos para iniciar esta microempresa.

Lo anterior es dependiendo si el establecimiento es ornamental, semindustrial o industrial. Para el primer caso (llamada así por la poca maquinaria que se emplea y el pan lo hace una persona) se necesita como monto mínimo unos 25 a 30 millones de pesos para comenzar por lo básico: un horno nuevo de bandejas superpuestas, la materia prima (harina, huevos, levaduras, entre otros) y los muebles para enfriar el pan. Requerirá mínimo de otra persona que le ayude, ya sea un asistente u otro panadero, si usted no sabe hacer el pan.

En caso de una semindustrial, estaría necesitando entre 30 millones de pesos hasta 80 millones de pesos ya que se usan hornos más modernos (que rotan el pan) masajeadoras para la masa, además de las mesas, sillas, otras vitrinas, neveras y surtido que vaya a tener en el lugar.

Por último están las grandes panaderías cuyo presupuesto va hasta los 300 millones de pesos, que tienen tamaño de medianas empresas. Necesitan de equipos más modernos y costosos, redes de distribución más complejas, proveedores más grandes y llegan a clientes que abarcan grandes superficies, negocios como tiendas e incluso su mercado se sale de su ciudad de origen.

Otros gastos

El arriendo (si no tiene un bien raíz propio), el costo de los servicios, empleados y surtido son gastos adicionales que debe tener en cuenta si va a iniciar esta empresa.

En una panadería, estrato tres por ejemplo, un local cuesta en Bogotá entre un millón de pesos y 1'200.000 pesos para un espacio amplio, es decir de unos 70 metros cuadrados.

Ya entrado en gastos, súmele otros que necesita para tener un negocio de barrio de mediano tamaño, como sillas, mesas, vitrinas giratorias y mostradores para poner el producto en venta.

Papeles por reunir

Recuerde tener todos los papeles en orden para iniciar el negocio. Esto le permitirá vivir tranquilo con sus obligaciones tributarias y con las autoridades donde funcionará el establecimiento.

Altas dosis de trabajo

Quienes ya tienen su panadería propia dicen que no basta con un solo negocio; hay que crecer y montar otros más que se complementen para poder estar a flote en el mercado.

"Si uno ve que le está yendo regular en uno, pues ahí tiene otro que ayuda para compensar", dice una de las personas consultadas que ya tiene cuatro panaderías en 10 años de experiencia.

Agrega que su horario de trabajo es día a día desde las 6:00 a.m. a las 11:00 p.m. y que al año se toma tres días de descanso, si es que llega la oportunidad.

"La verdad, en esto hay altas dosis de sacrificio, porque es lo de uno, porque hay cuentas por pagar, una familia para sostener, no hay tiempo para enfermarse, sólo para madrugar a ir a trabajar. Además el negocio necesita de la presencia del dueño para que prospere, porque esto no se le puede dejar a alguien así como así", sostiene.

Lo mismo dice otro panadero consultado, a quien su horario y trabajo hacen que se olvide hasta de los dolores. "Si descanso por mucho tres días al año, tiene que ser entre semana, porque el fin de semana hay que estar frente al negocio porque es cuando se suben las ventas", dijo.

Todos coinciden en que para iniciar lo hicieron desde cero, con pocos recursos, sacaron al fiado las máquinas y los elementos y las pagaron a medida que avanzaban en el negocio. Ahora que quieren expandirse recurren a los bancos.

"Pero para comenzar tocó con muebles regulares, algunas cosas de segunda, pero con la ayuda divina y si uno es una persona buena, logra salir adelante", manifestó una de las fuentes.